Desde
Chaitén, pasando brevemente por
Puerto Montt, me fui para Chiloé, más precisamente para la ciudad de Ancud.
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Dalcahue, Chiloé, Chile |
Quería conocer esta isla tan particular, que fue el último reducto de dominación Española en Chile, lugar frecuentado por piratas de diferentes nacionalidades, y que por su clima de frío, lluvia y niebla y aislamiento del continente durante años forjó a sus habitantes, los chilotes, con su carácter y costumbres tan especiales. Durante años fueron conviviendo en la isla sus pobladores originarios (Chonos, Huilliches y Cuncos) con los llegados de España, todos comenzaron a realizar actividades en el ámbito rural y a intercambiar experiencias y costumbres. De esta forma inventaron, entre tantas cosas, el
trineo para poder desplazar materiales en el barro, el
curanto para poder cocinar mariscos con papa y carne, y entre tantas costumbres surgió la
minga, que consiste en desplazar una vivienda entre todos los vecinos, tirando del hogar con bueyes y deslizándolo sobre troncos de madera. Luego de trasladada la casa hacia otro lugar, el dueño invita a quienes participaron a comer y beber en una especie de fiesta local.
Pero volviendo a mi itinerario como llegué a Ancud a la noche, busqué alojamiento, fui a cenar algo y a descansar para comenzar a conocer la isla al día siguiente, que era Domingo.
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Playa Arena Gruesa, Ancud, Chiloé |
Al otro día luego de desayunar ya salí a recorrer la cuidad, primero estuve por la Plaza de Armas, por donde había pasado la noche anterior. De ahí me fui hasta el
puerto, haciendo escala previamente en el
Mercado Municipal donde hay cosas para comer y se venden artesanías, pescado, mariscos, etc. En el
puerto mucha gente estaba recién comenzando a moverse luego de la noche del Sábado, algunos empezando la rutina tranquilos y otros claramente despertando y combatiendo la resaca. Estuve un rato y luego de unas fotos seguí camino rumbo al
Fuerte San Antonio. El día estaba espectacular, soleado después de cuatro días malos, así que aproveche para quedarme un rato en el fuerte, lugar donde se firmó la capitulación del ejército realista Español el 19 de Enero de 1826. Luego de algunas fotos y que llegó un tour decidí seguir caminando hacia el antiguo
Polvorín, que está a unos metros y de camino a la
Playa Arena Gruesa. La playa, por las vistas y el lugar, a mi gusto fueron de lo mejor, claro que el tiempo y el sol acompañaban y mucho. Almorcé ahí y estuve unas horas disfrutando, observando y hablando con pobladores locales, que me mostraron la ubicación de otros fuertes y baterías de defensa en la zona. Ya estaba por comenzar la tarde así que seguí callejeando por la cuidad y sus alrededores. Hay varias visitas para hacer no muy lejanas, pero tuve inconvenientes con las dos que me interesaban. Estaba en Abril y las
Pingüineras de Puñihuil, que suelen ser habitadas por las especies Humboldt y Magallánicos, a esta alturas del año ya están casi sin ejemplares, entonces primer lugar descartado. El segundo era ir hasta el
Fuerte de Ahui, pasando por
Quetalmahue y el
Faro Corona, pero como era domingo el transporte no era tan frecuente y a la tarde ya no quedaban servicios. Lo podría haber hecho al otro día pero no quería perder una jornada por estar unos minutos en el fuerte, así que decidí irme para Castro, la capital de la isla.
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Palafitos, Castro, Chiloé, Chile |
Ya en
Castro busqué alojamiento para hacer base y seguir conociendo la isla. El primer día estuve por la cuidad y como me habían aconsejado me fui al puerto, a los puestitos contiguos a la feria artesanal a comer de parado ceviche de mariscos. Muy bueno, en unos platos de plástico y por sólo CLP 1000. Después de seguir caminando por la ciudad, ver los
palafitos sobre sus costas, visité el
Museo Regional (entrada a voluntad), que tiene buenas explicaciones sobre los pobladores originarios y acerca de la historia de los chilotes. Pasé varias veces por la
Plaza de Armas y estuve dentro de la famosa
Iglesia de San Francisco. Esta Iglesia es unas de las tantas construidas por la población de Chiloé entre los siglos XVIII y XX con una arquitectura singular, utilizando maderas locales como principal material. Se hacen circuitos a las Iglesias de la islas, yo en mi caso vi unas cuantas como seguiré relatando a continuación.
Al otro día salí por mi cuenta a hacer una visita por poblaciones con las famosas y particulares iglesias, la idea era salir temprano para llegar al punto más lejano y después volver haciendo paradas. Entonces primero me fui hasta Achao, en la Isla de Quinchao (CLP 1200, 1 hora), vi su iglesia, saque unas fotos y cuando estaba paseando por el lugar y no me llamaba nada demasiado la atención comenzó a llover. Me fui a la terminal rural comencé a regresar a Castro haciendo la primera de las dos paradas destinadas a la vuelta, Curaco de Velez (CLP 700).
Una pena porque en Curaco estuve más de una hora, haciendo tiempo y cada vez llovía más fuerte, no habría ningún lugar para tomar algo abierto a medio mañana, entonces después de ver el pequeño templo que se distingue del resto por su cuerpo triangular, pintado al frente de verde y su pequeña torre color madera. Me asomé un poco pasando la plaza y se veía una costa muy pintoresca, con lugares de comida sobre la calle frente al agua, que estaba repleta de cisnes de cuello negro nadando apaciblemente. Pero cada vez llovía más y no encontraba donde meterme para tomar un café o té y hacer tiempo, entonces me fui a mi tercer destino de la jornada, entonces luego de tomar el colectivo y el transbordador para dejar la isla de Quinchao llegué a Dalcahue (CLP 700).
Dalcahue es famosa por su feria artesanal de los domingos, era martes y la verdad no soy un apasionado de las artesanías, y menos las que venden a turistas, entonces me di una vuelta por el puerto, almorcé pescado fresco y como mientras comía paró de llover, aproveche para volver a salir y recorrer mejor la población, sacando fotos de su iglesia, plaza y de las embarcaciones. Eran las 3 de la tarde y no que quedaba más por ver en el lugar, así que decidí volver a Castro (CLP 700), pero para seguir hacia el sur e irme directamente a Chonchi (CLP 1200 Ida y Vuelta).
Ya en Chonchi primero visité su tradicional iglesia, Nuestra Señora del Rosario de Chonchi, que estaba pintada en su exterior de celeste, blanco y amarillo. Visitado el templo me fui caminando cuesta abajo para el puerto y la costa, donde estuve un par de horas paseando y observando a los locales con sus actividades marítimas hasta que comenzó a oscurecer y decidí volver a Castro.
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Playa de Cole Cole - P.N. Chiloé |
Ya para despedirme de la isla, como tenía planeado de antemano me fui dos días al
Parque Nacional Chiloé, al Sector
Abtao (la parte norte, es denominada Chepu y están separadas). Llegué con un bus desde la terminal rural de Castro (I/V CLP 3000, 1,5hs). Luego de bajar en la parte de administración de CONAF en
Chanquín y de que amablemente me explicaran el recorrido me fui hacia el destino que tenía en mente, la playa de
Cole Cole, 16kms al norte bordeando el mar. Los primeros tramos no son demasiado entretenidos, 4kms siguiendo una carretera de asfalto, luego de cruzar un puente con forma de barco, se pasa a 2kms de ripio hasta que se termina la carretera, siempre atravesando algunas comunidades locales. Ahí luego de sortear unas lagunas se sale a la playa por donde hay que transitar por unos cuantos kilómetros. La verdad es que había mucho viento y estaba nublado, pero era una sensación rara, estar caminado absolutamente solo por la costa, en una playa tan ancha y bordeando el Océano Pacífico con sus olas, y un viento fuerte de frente que movía al ras del piso arena y espuma de las olas. Por algo más de una hora, el único ser vivo que crucé fue un lobo marino, que salía del agua y cuando me vio a la distancia volvió a adentrarse en el mar. En un momento se choca con un río el cual hay que cruzar por un puente y se sube un pequeño cerro donde hay una comunidad originaria, antes de volver a la playa y luego volver a atravesar otro río y otra comunidad. A partir de ahí el camino es de alrededor de hora y media, al principio cuesta arriba, entre bosques frondosos y con varios miradores que ofrecen unas vistas muy buenas de las playas, acantilados y el océano. En este tramo crucé gente a caballo, que venían de recolectar algas. Luego de atravesar el cerro se vuelve a descender hasta una playa que es finalmente la de
Cole Cole, mi lugar de acampada. Había en refugio muy completo, baños y varios lugares para acampar en una especie huecos dentro del bosque pero frente a la playa, escuchando siempre el ruido de las olas de fondo, la verdad es que el lugar era ideal y contaba además con mesas y parrillas. Como es temporada baja, era el único turista, en esta época del año el refugio (vale CLP 2000) estaba cerrado, pero dejaban abiertos los baños que estaban en un estado impecable. Igualmente, antes de acampar, como me habían aconsejado, crucé el puente y me fui por unos minutos por el camino que va hacia el refugio Anay, ya me habían dicho que estaba intransitable entre el barro y el espesor de la vegetación, pero que a 10 minutos solamente tenía un bosque de arrayanes, entonces fue lo que visité mientras comenzaba a llover un poco.
Después de un rato entre los arrayanes decidí regresar a la playa de Cole Cole, al volver tenía compañeras en la cosa, unas cuantas vacas que estaban comiendo algas y pasto, entonces como era tarde y comenzaba a oscurecer, me dediqué a armar la carpa, preparar la cena y descansar para el día siguiente.
Al otro día llovió a la madrugada, pero poco después salió el sol, así que me levante algo más tarde y desayuné tranquilo. La compañía de buses con las que tenía los pasajes (hay 3 que van a la zona) salía a las 10:45, 13 y 16:45hs, por lo que había decidido no apurar, disfrutar del lugar y volver tranquilo para el último servicio. Entonces desayuné frente al mar, acompañado por las vacas, que a unos metros seguían mascando algas, levanté campamento y recorrí el camino de vuelta esta vez con sol y poco viento pero a favor, por lo que lo hice todo en una forma más sencilla, parecía la mitad de la distancia del día anterior. De esta forma deshice los 16 kilómetros hasta la administración del Parque en Chanquín. Una vez en las oficinas de CONAF estuve unas horas en el lugar, vi las salas de exposición y muestras, fui hasta la torre mirador y continué buscando un guardaparques para pagarle por el derecho de camping del día anterior (CLP 1000), pero crucé a dos y me dijeron que no me preocupe que no hacía falta. Estuve hablando un rato con ellos y a la hora indicada me tomé el colectivo de vuelta. Al final la parte del Parque Nacional Chiloé me salió gratis, no me cobraron los 1000 por acampar, ni 500 que hay que pagar en la última comunidad por usar el sendero. Tanto a la ida como a la vuelta, en la población golpeé en el refugio y en las casas contiguas, y a las pocas personas que crucé el primer día me dijeron que no me preocupe, que cualquier cosa pague el regresar si veía a alguien, lo que al final no sucedió. Ya de vuelta, dormí en Castro y al otro día a la mañana me fui para
Puerto Montt (CLP 5300, 3,5hs), para seguir subiendo rumbo Norte por la Patagonia Chilena.
Así dejo la isla de Chiloé, este lugar tan singular, con comidas, pueblitos pesqueros y paisajes espectaculares. Además con habitantes tan particulares, con ese carácter especial que fueron desarrollando por sus costumbres y el clima. Hablando con gente local me decían que por el cambio climático, últimamente los inviernos no eran tan duros y las lluvias tan constantes como antes. Igualmente a mi, salvando mucho las distancias, Chiloé pareció en algunas cosas similar a Irlanda, donde viví dos años, sobre todo a los lugares del interior de la isla color esmeralda. Quizás en parte por el clima de lluvia y nieblas, el paisaje tan verde y el de algunas de sus costas con sus pequeños acantilados o los pueblitos pesqueros, con ese olor a mar y algas y su gente reservada, poco habladora, acostumbrada a hacerse a la mar y vivir de lo que da el océano, como hicieron sus antepasados.
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